El Obispo de Roma, el Papa
Francisco expresa, apoyado en los dogmas del Concilio Vaticano II, que la
Palabra de Dios y la Tradición Católica Romana están en el mismo nivel de Autoridad Divina, y
el cristiano les debe a ambas, igual sometimiento y devoción.
Es comprensible que el Obispo
de Roma busque afirmar su autoridad en la Tradición de la Iglesia, porque es de
ella en la que está garantizada su primacía sobre la conciencia de millones de
seres humanos que profesan la fe católica romana, porque no puede afirmarla
sobre la Palabra de Dios, que han invalidado por siglos, siguiendo su Tradición.
La Tradición Católica
Apostólica Romana, demostró por numerosos siglos, que fue enemiga de la Palabra
de Dios. Por muchos siglos la leyeron en latín dentro de las iglesias frente a
un pueblo ignorante, que desconocía ese idioma. Durante otros muchos siglos, al
ser traducida a idiomas seculares, prohibieron leerla por temor a la libre y
espontánea interpretación de las Escrituras. Persiguieron por medio de la Inquisición, torturaron y mataron
en hogueras a quienes osaban tener una biblia en casa.
Ahora lo que nos cabe
preguntarle al Papa Francisco, es ¿A qué Tradición se está refiriendo? ¿A esta
que hemos señalado?
Pretende el Obispo de Roma
decirnos que la Tradición está al mismo nivel de las Escrituras, cuando las
mismas Escrituras nos enseñan lo contrario, porque por ella, se puede invalidar
la Palabra de Dios, que fue lo acontecido en la Iglesia católica apostólica
romana, quien invalidó la Palabra de Dios por siglos.
El
apóstol San Marcos relata un encuentro entre Jesús y los fariseos y escribas
judíos:
“Le preguntaron, pues, los fariseos y
los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los
ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo él, les dijo:
Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Porque
dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los
lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas
semejantes.
Les decía
también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
Porque
Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la
madre, muera irremisiblemente.
Pero
vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que
quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le
dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios
con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes
a estas.”
Notemos como
los líderes religiosos, en los tiempos en que Jesús se manifestó en carne,
exaltaban la Tradición Religiosa: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a
la Tradición de los ancianos…?” Ellos,
al igual que el Papa Francisco, le daban a la Tradición una Autoridad sobre los
creyentes, del mismo nivel de las Escrituras.
La respuesta
de Jesús fue contundente: “Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está
lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de
hombres.
Porque
dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…”
Jesús nos
enseñó en aquella ocasión, que la Tradición de los hombres, aunque esté basada
en las Escrituras, puede contener desviaciones, que apartan el corazón del
hombre de Dios, haciendo que practiquen un culto vacío y vano. También señala
el peligro de enseñar como doctrinas, mandamientos de hombres.
Para Jesús,
el Hijo de Dios y Verbo Encarnado, las doctrinas solo pueden ser las enseñanzas
de Dios, a las cuales llama mandamientos o Palabra a ser obedecida. Nos llama
la atención a la pretensión de los hombres de equiparar los mandamientos de los
hombres con los mandamientos de Dios, que es lo que el Obispo de Roma pretende
hacer.
El Señor nos
alerta contra aquellos que buscan invalidar la Palabra de Dios con la
Tradición. En la iglesia católica romana, la Tradición riñe con la palabra de
Dios, motivo suficiente para desecharla, porque su Tradición empieza a definirse
a partir del siglo IV, tiempo aquel en que por el poder Imperial de Roma, el Obispo
de Roma adquiere supremacía sobre el resto de los obispos.
Existe una
Tradición sana y venerable, digna de ser observada por todos los cristianos: la
Tradición Apostólica. Esta Tradición fue celosamente guardada y defendida con
la propia vida, por los Padres de la Iglesia Católica Apostólica, a la cual
pertenecemos todos los que somos de la fe de Jesucristo a través de los
tiempos. La misma se mantuvo inalterable hasta principios del siglo IV, cuando
empezó a ser adulterada por obispos amadores de sí mismos y de los deleites
terrenales.
La Tradición
Apostólica reconocía las enseñanzas de los profetas y de los apóstoles como la
Verdad revelada de Dios para los
hombres, y suficiente regla de fe y conducta para todos los que invocaren el Nombre
de Cristo sobre sus vidas, todo lo cual estuviese fuera de esta Verdad, debería
ser considerada como anatema.
Exhorto al Obispo de Roma, al
Papa Francisco y a todos los católicos romanos en el mundo, que abandonen esa
Tradición nefasta de la iglesia de Roma que por siglos fue acumulando
enseñanzas de hombres alejadas de la Verdad evangélica, introduciendo herejías
destructoras dentro del pueblo de Dios; y, se vuelvan a Dios Padre y a su
Palabra Encarnada, esto es a Cristo y encuentren sanidad a sus almas.
Enlace: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/speeches/2013/april/index_sp.htm
Enlace: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/speeches/2013/april/index_sp.htm
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