sábado, 4 de mayo de 2013

LA PALABRA DE DIOS, EL PAPA FRANCISCO Y LA TRADICIÓN



 

El Obispo de Roma, el Papa Francisco expresa, apoyado en los dogmas del Concilio Vaticano II, que la Palabra de Dios y la Tradición Católica Romana están en el mismo nivel de Autoridad Divina, y el cristiano les debe a ambas, igual sometimiento y devoción.

 En su discurso a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica del Vaticano, en el día 12 de Abril, aseveró:

 “Como se recuerda también en la mencionada constitución conciliar, existe una unidad inseparable entre Sagrada Escritura y Tradición, porque ambas provienen de una misma fuente: «La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin. La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación. Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción»”

 

Es comprensible que el Obispo de Roma busque afirmar su autoridad en la Tradición de la Iglesia, porque es de ella en la que está garantizada su primacía sobre la conciencia de millones de seres humanos que profesan la fe católica romana, porque no puede afirmarla sobre la Palabra de Dios, que han invalidado por siglos, siguiendo su Tradición.

 

La Tradición Católica Apostólica Romana, demostró por numerosos siglos, que fue enemiga de la Palabra de Dios. Por muchos siglos la leyeron en latín dentro de las iglesias frente a un pueblo ignorante, que desconocía ese idioma. Durante otros muchos siglos, al ser traducida a idiomas seculares, prohibieron leerla por temor a la libre y espontánea interpretación de las Escrituras. Persiguieron por medio de la Inquisición, torturaron y mataron en hogueras a quienes osaban tener una biblia en casa.
 

Ahora lo que nos cabe preguntarle al Papa Francisco, es ¿A qué Tradición se está refiriendo? ¿A esta que hemos señalado?

 

Pretende el Obispo de Roma decirnos que la Tradición está al mismo nivel de las Escrituras, cuando las mismas Escrituras nos enseñan lo contrario, porque por ella, se puede invalidar la Palabra de Dios, que fue lo acontecido en la Iglesia católica apostólica romana, quien invalidó la Palabra de Dios por siglos.

 

El apóstol San Marcos relata un encuentro entre Jesús y los fariseos y escribas judíos:

 

Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.

Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.

Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente.

Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.”

 

Notemos como los líderes religiosos, en los tiempos en que Jesús se manifestó en carne, exaltaban la Tradición Religiosa: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la Tradición de los ancianos…?”  Ellos, al igual que el Papa Francisco, le daban a la Tradición una Autoridad sobre los creyentes, del mismo nivel de las Escrituras.

 

La respuesta de Jesús fue contundente: “Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…”

 

Jesús nos enseñó en aquella ocasión, que la Tradición de los hombres, aunque esté basada en las Escrituras, puede contener desviaciones, que apartan el corazón del hombre de Dios, haciendo que practiquen un culto vacío y vano. También señala el peligro de enseñar como doctrinas, mandamientos de hombres.

 

Para Jesús, el Hijo de Dios y Verbo Encarnado, las doctrinas solo pueden ser las enseñanzas de Dios, a las cuales llama mandamientos o Palabra a ser obedecida. Nos llama la atención a la pretensión de los hombres de equiparar los mandamientos de los hombres con los mandamientos de Dios, que es lo que el Obispo de Roma pretende hacer.

 

El Señor nos alerta contra aquellos que buscan invalidar la Palabra de Dios con la Tradición. En la iglesia católica romana, la Tradición riñe con la palabra de Dios, motivo suficiente para desecharla, porque su Tradición empieza a definirse a partir del siglo IV, tiempo aquel en que por el poder Imperial de Roma, el Obispo de Roma adquiere supremacía sobre el resto de los obispos.

 

Existe una Tradición sana y venerable, digna de ser observada por todos los cristianos: la Tradición Apostólica. Esta Tradición fue celosamente guardada y defendida con la propia vida, por los Padres de la Iglesia Católica Apostólica, a la cual pertenecemos todos los que somos de la fe de Jesucristo a través de los tiempos. La misma se mantuvo inalterable hasta principios del siglo IV, cuando empezó a ser adulterada por obispos amadores de sí mismos y de los deleites terrenales.

 

La Tradición Apostólica reconocía las enseñanzas de los profetas y de los apóstoles como la Verdad revelada de Dios  para los hombres, y suficiente regla de fe y conducta para todos los que invocaren el Nombre de Cristo sobre sus vidas, todo lo cual estuviese fuera de esta Verdad, debería ser considerada como anatema.  

 

 

  

Exhorto al Obispo de Roma, al Papa Francisco y a todos los católicos romanos en el mundo, que abandonen esa Tradición nefasta de la iglesia de Roma que por siglos fue acumulando enseñanzas de hombres alejadas de la Verdad evangélica, introduciendo herejías destructoras dentro del pueblo de Dios; y, se vuelvan a Dios Padre y a su Palabra Encarnada, esto es a Cristo y encuentren sanidad a sus almas.

Enlace: http://www.vatican.va/holy_father/francesco/speeches/2013/april/index_sp.htm 

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