sábado, 25 de mayo de 2013

¿SOMOS O NO DIOSES SEGÚN LA BIBLIA?


II PARTE

En esta segunda entrega  de tres, del estudio de las Escrituras para determinar si ellas declaran que somos dioses por ser hijos de Dios, según lo declara el pastor Cash Luna basándose en la Biblia;  seguiremos escudriñando el salmo 82.

Debo recordarles que este estudio nace de la necesidad de analizar lo expresado por el pastor Cash Luna y contestado por el pastor Ureña del ministerio Antes del Fin. El pastor Ureña considera una herejía el llamarnos dioses porque esto fue lo que le ofreció Satanás a Eva: “serán como dioses”.

 

SALMO 82

Dios está en la reunión de los dioses;
En medio de los dioses juzga.
¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente,
Y aceptaréis las personas de los impíos? Selah
Defended al débil y al huérfano;
Haced justicia al afligido y al menesteroso.
Librad al afligido y al necesitado;
Libradlo de mano de los impíos.
No saben, no entienden,
Andan en tinieblas;
Tiemblan todos los cimientos de la tierra.
Yo dije: Vosotros sois dioses,
Y todos vosotros hijos del Altísimo;
Pero como hombres moriréis,
Y como cualquiera de los príncipes caeréis.
Levántate, oh Dios, juzga la tierra;
Porque tú heredarás todas las naciones.


Solo para reforzar lo expuesto en la primera entrega, he aquí varias citas bíblicas que mencionan a Dios en medio de los dioses, enseñándonos que hay dioses en compañía de Dios.

Salmos 95:3
Porque Jehová es Dios grande, Y Rey grande sobre todos los dioses. 


Salmos136:2
Alabad al Dios de los dioses, Porque para siempre es su misericordia.
Salmos138:1
Te alabaré con todo mi corazón; Delante de los dioses te cantaré salmos.

Deuteronomio 10:17
Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho;


Josué 22:22
Jehová Dios de los dioses, Jehová Dios de los dioses, él sabe, y hace saber a Israel: si fue por rebelión o por prevaricación contra Jehová, no nos salves hoy.

 Alguno podrá argüir que se refiere a los demonios o los falsos dioses de las naciones paganas; pero la misma Palabra de Dios nos enseña que ellos en realidad no son dioses. ¿Entonces sigue en pie la pregunta: ¿A qué dioses se refiere la Palabra de Dios, cuando menciona muchas veces, Dios de dioses o en medio de los dioses?

Al escudriñar este salmo 82, encontramos una declaración sorprendente e impactante de parte de Dios: “Yo dije: vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo”

Inmediatamente buscamos minimizar esta declaración diciendo “vosotros sois pequeños dioses”, pero la declaración de Dios es clara e irrefutable: “vosotros sois dioses”.

Creo sin lugar a dudas, que para dar con el significado indudable de esta expresión, debemos respondernos a la pregunta: ¿A quién le dice Dios “vosotros sois dioses”?

Creo necesario descartar de plano, que esta declaración de la Palabra de Dios es un error de traducción o un pensamiento humano trasmitido por el profeta.

Si aceptamos que es la Palabra de Dios, entonces debemos aceptar que es una Verdad declarada que permanece inmutable en los cielos por toda la eternidad. También debemos aceptar que Dios no se arrepentirá de haberlo dicho porque Dios no es hombre para que se arrepienta, tampoco es una mentira, porque es imposible que Dios mienta.

Es una Verdad dicha por Dios. Lo único que nos queda es entender a quién le es dicho: “vosotros sois dioses…”

No es necesario ir muy lejos. La misma porción de este salmo nos da la clave. Afirma: “Yo dije: vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo”. No encuentro ninguna dificultad en aceptar que toda esta expresión encierra una declaración única  dirigida a receptores únicos. Esto significa que a quienes Dios dice “sois dioses; también les dice sois hijos de Dios”.

La expresión “Yo dije”, expresa una voluntad irrevocable y de obligatorio cumplimiento. Solo Dios puede declarar que algo que no es; sea. El llama las cosas que no son como si fuesen. Es un decreto divino; es un poder ejecutado. Es una potestad delegada. Esta declaración está acorde con lo dicho por Juan el apóstol: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”

Considerando el contexto en el cual se hace esta declaración, podemos determinar que cada miembro del pueblo de Dios, sea judío en su momento  o sea cristiano, quienes tienen la facultad de juzgar a sus pares en cuanto están en la carne, y si son de la fe de Abraham, al mundo y a los ángeles en la regeneración; son declarados por Dios, hijos de Dios que es lo mismo que declararlos dioses, porque son engendrados por Dios según lo declara Juan 1:12.

Los hijos de Dios no son creados; son engendrados por Dios el Padre mediante la fe en Jesucristo su Hijo Unigénito quien murió y resucitó de entre los muertos. Los hijos de Dios somos nueva criatura, nacidos de nuevo del agua y del Espíritu.

Los hijos de Dios, engendrados por Dios mediante la fe, hemos sido crucificados juntamente con Cristo y juntamente con Cristo hemos resucitado y ahora andamos en novedad de vida. Pero aún estamos en este cuerpo mortal, vendido al pecado y del cual debemos ser librados. La liberación de este cuerpo mortal se dará en la Venida de Cristo a la final trompeta, cuando seamos transformados en un abrir y cerrar de ojos y lo mortal sea absorbido por la inmortalidad.

En 1Co.15:45-54 encontramos esta joya de la Escritura Santa:

“Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.
Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.
Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.
Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”

En el presente estamos en un proceso de transformación, que se dio inicio tan pronto creímos y confesamos a Cristo como Señor por el Espíritu de Dios, porque nadie puede llamar a Jesús Señor sino es por el Espíritu de Dios, y recibimos el bautismo en agua. Este proceso continúa durante toda nuestra vida de cristianos, si es que somos guiados por el Espíritu de Dios y andamos según el Espíritu no satisfaciendo los deseos de la carne.

Dice la Escritura que traeremos la imagen del Hombre celestial, esto es Cristo, cuando se de nuestra  transformación en su manifestación. Entonces seremos semejante en todo a El como nos lo dice Juan en su primera carta:

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”

Juan da en el clavo en este pasaje. Nos dice que en el presente momento o sea ahora, somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que hemos de ser o sea aún no se ha manifestado lo que seremos delante de Dios. Cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a El, seremos dioses o hijos de Dios en Plenitud, siendo Cristo el primero entre muchos hermanos, quien compartió con nosotros nuestra humanidad para poder redimirnos para Dios.

Lo que somos en Cristo, aún no se ha manifestado, pero tenemos esta esperanza, este tesoro en vasos de barro, para que cuando El se manifieste, seamos transformados como El es. Por eso dice la Escritura que nuestra vida está escondida en Cristo en los cielos.

Esto es de suma importancia, porque hay algunos que tuercen las Escrituras, enseñando que somos dioses ahora y por eso podemos hacer maravillas y prodigios, utilizando la palabra creativa que sale de nuestros labios, para obtener cualquier cosa que pidamos.

Cuando Cristo se manifieste en su segunda venida, cuando los muertos resuciten en gloria y los que vivamos seamos transformados, es cuando se cumplirá la Palabra, que seremos semejantes a El y traeremos su imagen. No antes.

Ser hijos de Dios conlleva el ser dioses delante de Dios. Es un decreto divino al cual no debemos oponernos.

Esta Palabra de Dios es difícil de aceptar, si no la comprendemos en la dimensión que abarca. El que entendió en su justa dimensión esta porción de la Escritura, fue el Señor Jesucristo en los días de su carne.

En la próxima y última entrega abundaremos aún más sobre el tema.

Bendiciones

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